24 marzo 2005

Paradojas

Cuando Terri Schiavo sufrió el colapso que la dejó en coma vegetativo deseaba tener un hijo con su marido, Michael. Pero, también, deseaba ser como esas modelos que aparecían en las páginas de revistas como Vanity Fair o Vogue. Tenía 26 años y un miedo atroz a ganar peso. Vivía con hambre continua y, si ingería alimentos delante de su familia, se purgaba después sin que nadie la viera.

En la soledad del baño, en cada vómito, una bulímica siente que toca el cielo, que vuela y sonríe. Aunque por su rostro resbalen las lágrimas del esfuerzo. Aunque el regusto ácido del flujo le melle los dientes. Aunque en uno de esos estertores su estómago corra el riesgo de romperse. Aunque le duela la faringe por los arañazos de sus uñas y una herida cercana al nudillo del dedo corazón revele que ha estado haciendo lo que no se debe.

Una noche, cuando Terri dormía, su corazón dijo basta. No pudo más y se paró. Estuvo un rato así, suspendido y sumergido en la pereza. Cuando la llevaron al hospital, los médicos confirmaron que los daños sufridos eran irreversibles. Que la joven, de 26 años, se quedaría en estado vegetativo para siempre. Lleva 15 años. Su marido lleva el mismo tiempo luchando porque se la deje morir en paz. Sin embargo, los padres de Terri no observan que Michael lo haga por su hija, sino por él mismo.

Los cochinos (y abundantes dólares, concretamente 1,2 millones) enfrentan a las dos partes. Los progenitores acusan a su yerno de querer quedarse con ellos y Michael opina lo mismo de sus suegros. Y eso, a pesar de que ya casi se han agotado. Este dinero se obtuvo en los tribunales y su destino era la rehabilitación médica de la chica. El marido de Terri demandó a los médicos que la habían atendido por no haberle hecho un simple análisis de sangre, una prueba que hubiera detectado la grave deficiencia de potasio que le produjo el fallo cardiaco. Ganó.

Michael sigue, después de 15 años, a los pies de la cama de su mujer pero en compañía. La vida tiene estas paradojas. Al principio, Terri fue cuidada por el hombre que eligió para casarse y por la mujer que la trajo al mundo. Luego, Michael se hizo cargo de ella y, en este largo camino, se hizo acompañar de una nueva mujer. En realidad, no están casados. Él sigue unido “ante Dios y ante la Iglesia” con Terri. Es su compañera, con la que tiene dos hijos. La ética, en este caso, no es cuestión sencilla. Porque la situación puede resultar difícil de entender si uno no viste la misma piel que los protagonistas.

La lucha por dejar morir a Terri acorde con lo que le comentó en vida a su marido, según cuenta éste, continua. Han intentado desconectar a Terri dos veces más −en 2000 y en 2003− de la sonda que la mantiene viva. Un aparato que la mantiene alimentada por el ombligo. La última vez estuvo varios días sin ese cordón umbilical. Ahora lleva cinco y, según dicen, ya comienzan a notarse síntomas de deshidratación en su cuerpo. Al final, la forma que tienen para dejarla morir es la misma que ella practicó en vida: de hambre.

2 comentarios:

Munchausen dijo...

Es una historia terrible. Es curioso; además, todo el mundo tiene una opinión bastante formada sobre el asunto. Y ahora más, que se han cruzado Bush y los odiosos republicanos.

mc clellan dijo...

Yo también estoy a favor del derecho a morir dignamente. Lo que ocurre en esta historia es que no sé hasta qué punto ella, Terri Schiavo, lo decidió. Y sí, ratonov, es verdad, parece que todo el mundo quiera sentar cátedra sobre este asunto, y sin contar con el lado humano, que es precisamente el único que de verdad cuenta en todo el asunto. Esta mujer está en estado vegetativo, pero no es un vegetal, y parece que la tratan como si fuera un arbusto...

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