20 marzo 2005

Rusell (2)

Sólo entonces me di cuenta de lo cambiada y pálida que estaba. No se ajustaba a los recuerdos que yo guardaba. Marisa, la rotunda, la morenaza, la que se los llevaba a todos de calle, la que, ‘encima’, era maja y mi amiga. La siempre accesible y cálida Marisa. Le propuse comer algo y aceptó, aunque con reticencias.

−Vamos al bar ese donde ponían aquellos pinchos tan ricos…Mmmm ¿hacia dónde quedaba?... Para allá, ¡vamos!
−Eh… No sé de qué sitio me hablas.
−Sí, mujer, al que íbamos siempre. El de la tortilla con puerro y perejil −respondí resuelta, como si no hiciera cinco años desde la última vez.
−Buff, ¿pero sigue abierto?
−¿No me digas que no has vuelto? ¿En serio que no te has pasado ni una sola vez desde entonces?
−Hace mucho… sí…. −se sonrojó ante mi tono de vehemencia y yo la cogí de la mano. Tiré de ella divertida y sus tacones resonaron en el empedrado antiguo. Era ligera como un algodón, pero sabía marcar su paso para que la vieran.

Buscamos entre el laberinto de callejuelas. Divertidas, entablamos sendos relatos sobre lo que nos había pasado en el último lustro y recordando cuando fuimos amigas. La vi reírse con fuerza en aquel paseo y descubrí en su rostro de piel fina y pálida a mi Marisa, la de las clases, los descansos y las aventuras.

Realmente, no tenía ni idea de dónde se encontraba el bar exactamente. La orientación nunca fue mi punto fuerte y, por ello, la conocí. Fue durante una actividad de Educación Física en el primer año de instituto. Algo así como una competición de robinsones en una mañana. Nos tocó hacerla juntas, como pareja. Ella tenía ingenio y conocimientos sobre la brújula. Yo, sentido común y paciencia. Así que, después de habernos reído hasta que nos dolieron las mandíbulas, llegamos a la meta entre los cinco primeros equipos, escribiendo nuestro nombre en la lista de ‘habilidosas a tener en cuenta’.

Dimos un par de vueltas más por el Casco Viejo, las suficientes para re−conocernos, y encontramos el bar. Como entonces, había lleno absoluto en la barra y media entrada en las mesas. La semi−arrastré a una situada frente a una cristalera con visión sobre la calle y cogí la carta.
(to be continued)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

historia d un amor imposible? d unas d esas amistades q se pierden n nuestra memoria? deseando stoy d segir leyendo...

Besis

mc clellan dijo...

Mmmmm... Impacientes... Espero sorprenderos con el desenlace. Musus

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