21 abril 2005

Cafeinómada

María tenía un problema. Le encantaba el café y disfrutarlo en una cafetería. Pero odiaba los locales ruidosos, es decir, el 99% de ellos. Los odiaba porque no le dejaban ejercitar una de sus insanas, pero placenteras malas costumbres: escuchar conversaciones ajenas. Una práctica que le había servido para obtener el código secreto de esta bebida y manejarse como pez en el agua en sus viajes. Había descubierto que le gustaba el sonido del mundo acolchado en la espuma del ‘capuccino’ y los besos con sabor a nicotina y cortado. La noche en blanco reflejada en la brillante piel del expreso y los desayunos goloseando entre la abundancia del con leche claro. Era un cotilla. Lo sabía, pero ya no tenía remedio. Y si la curiosidad realmente mató al gato, ella estaba dispuesta a morir también. Eso sí, como con el felino, habrían de intentarlo seis veces antes de conseguirlo.

Para encontrar un establecimiento de su gusto, tenía que recorrer un número ingente de ellos. Pero no le importaba en absoluto. De este modo, crecía su galería de personajes a un ritmo trepidante y podía vivir tantas vidas en un solo instante que le daba vértigo asomarse a la ventana que se abría en cada mesa, entre dos tazas juntas. Las continuas mudanzas de ciudad le suponían un doble reto: por un lado el lógico y normal, no perderse; y, por otro, el particular y curioso, buscar ‘sus’ bares. Por fortuna y por desgracia, su trabajo le exigía movilidad y ésta le permitía conocer muchos lugares. Era la cazatalentos de una galería de arte y profesora de Dibujo allí donde la requiriesen. Su dominio lingüístico, además, atraía numerosas llamadas.

De padre alemán y madre francesa, María había nacido en Bilbao y vivía en Barcelona desde los doce años. De un solo movimiento, esta pieza del tablero conocía el código de cinco casillas. Algo que también le requirió el pago de un peculiar peaje. Hasta los tres años no fue capaz de hacerse entender entre sus compañeros de guardería y las cuidadoras pensaban que tenía algún problema de logopedia. Luego, en el último año de carrera, decidió que era el momento de encontrarse con los clásicos y se fue a Roma, donde un novio fugaz contribuyó a que practicase la lengua.

En una libreta, tenía por costumbre apuntar las características de cada cafetería que visitaba. Una extravagancia que le ayudaba a identificar rápidamente donde acudir cuando volvía a algún sitio ya conocido, pero que bien le había valido las bromas de sus amigos y su apelativo cariñoso y a la vez irónico de ‘La exquisita’. Aquella semana, su trabajo la llevó a Bilbao, una ciudad que hacía demasiados años que no veía. Echó un vistazo rápido al cuadernito al recibir la llamada de un viejo compañero de clase para participar en un seminario que organizaba su departamento en la facultad de Bellas Artes, pero no decía gran cosa. Cuando leyó, minutos más tarde, un correo con el horario de sus talleres, se dio cuenta de que iba a tener el tiempo necesario para redescubrir la metrópoli.
(to be continued)

29 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya faltaba un relato sobre café...se echaba de menos. ¿donde acaba la realidad y empieza la ficción? O al reves... Me he sentido identificado con la nicotina y el cortado: dos sabores que llenan muchos de mis dias. espero la continuacion...

Haiduc dijo...

Vaya, qué descubrimiento...

mc clellan dijo...

Pues sí, ya iba siendo la hora del café... Mills. Bienvenido Haiduc, el descubrimiento también ha sido mío. ¿Me permitirás enlazarte?

Munchausen dijo...

...me roba todo, hasta el café...

Los cinco mejores:

Crazy Horse (avda. de las Universidades, s/n): bajo la casa del alcalde, con vistas al Guggenheim. Sede de los Northern Rockers. Selección musical: Bob Dylan, Rolling Stones... Dispone de amplios ventanales y de la revista 'El Jueves'.

Botxo (puente de San Antón): enfrente de la iglesia de San Antón. Parroquia heterogénea compuesta de jubilados, estudiantes y el que escribe, que no encaja con la cuidada selección musical: jazzy, soul, Pauline en la Playa... Dispone de amplios ventanales.

Café del Mercado (avda. del Ferrocarril): frente al Sabeco (bolsa de...) de Autonomía. Es franquicia. Los camareros son unos bordes, pero esto viene compensando por los más amplios ventanales de Bilbao: se encuentra iluminado por tres de sus cuatro paredes. Durante el equinoccio, se puede tomar el sol desde una mesa del interior del local.

Zugarramurdi (Buenos Aires): vistas al Ayuntamiento. Se puede ver subir y bajar el tranvía y las nubes sobre Artxanda. Dispone de amplios ventanales, pero el ideal es una mesa de taburete junto a la ventana francesa (esas que son en realidad una puerta acristalada).

New York (Buenos Aires): todavía, el local más bonito de Bilbao, con motivos inspirados en los pobladores precolombinos de Nueva Inglaterra. Es degustación. Iluminación artificial, pero el café está rico, qué diablo.

Anónimo dijo...

Ratonov: Menuda lección nos acabas de dar. Yo vivo en Bilbao hace casi 30 años, y no conozco ninguno de los que has dicho. Sólo el crazy horse.Está bien, pero no es para lanzar cohetes..Además se puede deducir que tú lo que buscas son lugares con buenas vistas mas que un buen café.
Si buscas una buena vista vete al Peñón o al Golfo Norte(Sopelana). Merece la pena ver aquello.

Munchausen dijo...

De lección nada; selección, en todo caso, y personal. Respecto a las vistas, no las busco expresamente: sólo quiero luz natural, y a raudales. Tampoco busco lugares donde tomar café, sino donde tomar el café; lo que haya dentro de la taza es lo de menos (a no ser que haya una cucaracha muerta, claro). Me gustan El Peñón y el Golfo Norte, pero me ponen triste. Son un poco de película de Takeshi Kitano: las playas desiertas, en otoño y primavera, son un símbolo de la muerte.

Anónimo dijo...

Siento discrepar, pero a mi la playa en invierno me encanta y me reconforta un montón. Es una gozada ver Sopelana desierta con alguna que otra pareja paseando...Más que u símbolo de muerte diría yo que es de paz, tranquilidad, relax, evadirte del mundo real...
Ah, y no te enfades. A partir de ahora tendré que ir a romar EL CAFÉ a algunos de esos lugares que comentas...Un saludo, ratonov...

Munchausen dijo...

Pues nos romamos un café y tan contentos. ; )

Como Garfield.

Anónimo dijo...

Me parece perfecto...

mc clellan dijo...

El mío con leche y sin azucar, por favor. Mmmm, esa selección de Ratonov me gusta. Aunque yo también tengo una. Dentro de un rato (cuando me tome el café y dé ese paseo por la playa, ahora, que es cuando más me gusta) la dejaré. Musus

mc clellan dijo...

Lo prometido es deuda.

Mi selección se rige por dos parámetros fundamentales: el café, que ha de ser bueno, y la luz, natural o artificial, pero diáfana. Luego, influye que la tele no esté puesta… Ese trasto que amo y odio sólo lo quiero en el salón de mi casa.

El Uno, de Colón de Larreategui. Porque es uno de los pocos sitios donde la música te deja hablar por teléfono y porque casi nunca está puesta la tele. Mobiliario sencillo -minimalista, que dirían algunos- con mucha luz y dos grandes cristaleras con mesas donde poder sentarte y ver como llueve. Además, una de las paredes está llena de frases en inglés bastante ocurrentes y el café es una delicia. La mejor hora, antes de las doce del mediodía.

La cafetería del Museo de Bellas Artes. En una palabra: increíble. Tanto cristal y tanta luz deslumbran, pero es que, además, tiene un entorno estratégico. Parece que estás en mitad del bosque. Inmejorable para reposar los mediodías de lunes a viernes. El café no está nada mal y, además, el trato es agradable.

Cum Laude, en el Arenal. Es un sitio relativamente nuevo y muy del estilo del Uno (de los mismo, por cierto, que el Nasch y el Le Club). El café está muy bien (para mí algo fundamental)y es de los pocos sitios donde te ponen ¡una chocolatina Milka! (abajo el imperio Nestlé). No tiene ventanas pero sí cierto encanto y unos excelentes pintxos. Certifico que el menú del día, además de original, está muy bueno.

La cafetería Mirador del Zubiarte. Aunque con ojo, que cuando se llena de gente es muy pequeña y agobiante. Además, a veces, la música molesta y el aire acondicionado te deja helada.... Pero claro, por semejantes vistas se perdona casi todo.

El Lamiak, en el Casco Viejo. Tradicional, típica y tópica. Pero es que los clásicos también pegan. Esa tarta de chocolate es demasiado atrayente. Además, parece que estuviéramos en el salón de casa. Eso sí, mejor arriba, desde donde se ve todo muy bien, y al lado del balcón.

La Cava, de Deusto, por lo menos, hace tres años. Hace demasiado que no voy, pero estaba bastante bien… Supongo que los buenos recuerdos pesan…

El New York, en la calle Buenos Aires. Como no. Es un ambiente muy curioso. Una clientela heterogénea… Y si ya te sientas en las mesitas más bajas, te sientes como un niño… Además, es de los pocos sitios donde el limón del té es zumo exprimido en ese momento.

El Bullitt, en Dos de Mayo, del inexpugnable barrio de Bilbao la Vieja. Sin comentarios. Mejor vivirlo. Me basta con entrar para sentirme bien. Además, es de los pocos sitios donde me podría tirar todo un día y una noche… Es lo que tiene ser un bar ambivalente. O más bien polivalente. Buena música (muy muy muy buena y selecta) y rincones curiosos. Una mezcla deliciosa.

El Purple. Qué gran descubrimiento la semana pasada. Es genial. También muy del estilo del Uno… Aunque de éste sitio, lo que ‘apunta maneras’ es la terracita de cara al verano y un fantástico y generoso pintxo de tortilla. El café… bueno, claro. Está en Doctor Areilza.

Casa del Café y Té. Siguiendo la misma calle, Doctor Areilza, nos encontramos con este rincón. El trato es excelente y familiar. Además, la variedad y la calidad son su ‘santo y seña’. Si no sabes qué tomar, lo mejor es pedir consejo a quien te atienda. Para desayunar es el mejor sitio, sin duda. Pero si te dejas caer, sea la hora que sea, es como si parases el tiempo.

El Twiggy. Por supuesto. Cómo olvidarme de este descubrimiento. Gracias, Eva. Sin ti, Bilbao ya no sería lo mismo. Una pasada para estar en buena compañía y tomar un café nocturno.

Seguiría, pero me quedan unos cuantos por descubrir...

Anónimo dijo...

Para café... el 'de pota'. Para paladares selectos. El de máquina lo he dejado desde que me estropeó el paisaje un abejorro muerto que se me había colado en los posos. Y es que, cuando tomas un café, no puedes estar pendiente de del café en sí, ni de la higiene del local en el que te lo sirven.
De todos modos, me encantará redescubrir la taza humeante en mi próxima visita a Bilbao. Eso sí, con un buen cigarro que lo acompañe. Mc Clellan, te pediría una entrega sobre la cultura del humo, pero intuyo tu opinión al respecto. De momento, espero redescubrir la urbe a través de tu siguiente taza.
Musu

mc clellan dijo...

Bueno, lo del humo, lo pensaré. Aunque ya sabes mi opinión al respecto, reconozco que tiene su propia 'idiosincrasia'. En fin,que lo más probable es que también tenga pasaje en este crucero, que no cruzada. Musu bat

Munchausen dijo...

Mi hermana me va a matar, porque trabaja en el Twiggy. Pero es que lo frecuento poco. Chicas guapas, pero luz escasa.

Maravillosa guía del café, Mc Clellan.

Otra cosa que distingue a los locales selectos: suelen tener 'El País'.

Sellers dijo...

donde vivo yo no hay mucha cultura del buen cafe ni cafeterias para hacer una lista. mc clellan lo sabe bien. pero en 'el templo del cafe' ella y yo tenemos nuestro pequeño Neverland. alli podemos viajar a kenia, costa rica o colombia con un solo sorbo....

mc clellan dijo...

Humm, también tenemos 'Café del mercado', Mills. Aunque si tengo que enumerar los escasos palacetes de este vicio en esa "mi ciudad de pueblo por dentro" (que diría Pedro Guerra) pasen y vean:

Las máquinas de coser y las radios de Marconi de 'El Anticuario'.

Un vienés en el camarate del Titanic rebautizado como 'Amadeus'.

El calor de las velas al son de música de verdad en el 'Duendes'.

Uno rápido entre el eclecticismo del 'Garufa'...

Y todos esos caseríos de los alrededores reconvertidos en refugios de la noche temprana. Al más puro estilo irlandés.

Anónimo dijo...

Hola a todos,

El café es lo que tiene, que te engancha, como este blog, Mc Clellan.

A cuidarse

mc clellan dijo...

Gracias, yomime... Bonito guiño a Sabina y uno de sus mejores discos.

mc clellan dijo...

Prometo nueva dosis cuando solucione los problemas con mi plantilla... ¿Alguién sabe por qué no me deja cambiar mis enlaces?

Munchausen dijo...

Blogger ha estado un poco tonto esta tarde. A lo mejor se arregla mañana solo.

Ponme otra taza, plis.

mc clellan dijo...

Me temo que el problema es más serio, ratonov... Me he cargado el código html. De todos modos, no te quedarás si tu taza, además, habrá galletas, ¿ok?

Gracias Mills por tu inestimable ayuda de recuperación. Y a ti, Luis, por tu magnífica labor de guía. Ahora solo tengo que reponer las huellas del día... en fin, queda un pequeño trabajillo que hacer. Musu bat

Anónimo dijo...

Es un placer ayudar a que Farandwell vuelva a estar operativo. Tenemos mono de... ¿café?
Eso sí, espero que, más que galletas, haya tarta de chocolate... como la de yasabesdonde. Y con acento, jeje.
Musu

Haiduc dijo...

Genial el post, y mejor si cabe los comentarios. Vaya lección de geografía bilbaína, no conocía casi ninguno de esos lugares (aunque soy fiel a alguno de los mencionados).

Señorita, ¿para cuándo un post y una dosis semejante de comentarios sobre 'Pintxos'?

Ah, y gracias por vestirme con tus comentarios!

mc clellan dijo...

No dudes de que tendrás tu ración, amable caballero de los Cárpatos. A pesar de mi perece de estos días... Será que me falta café. Y nada de gracias, es un placer leer tus post, son muy ocurrentes.
Un saludo desde mi viaje a tus bosques.

Anónimo dijo...

Ratonov me ha incitado / invitado a hacer un comentario...

Yo llevo poco tiempo en Bilbao y algunos de los sitios que mencionáis no los conozco, otros sin embargo sí...el Golfo Norte, el Peñón, el café del Mercado, el Twiggy, Crazy Horse...

Hace poco he estado en el Temple y me ha gustado por sus lámparas art-decó y en el mismo estilo y por el mismo motivo me encanta la cafetería de la pastelería Urrestarazu...preciosa, es como cambiar de época...

Bueno y hablando de cafés, yo me voy a pasar de las palabras al acto.
Un saludo

Munchausen dijo...

El Temple creo que es el que está junto al Tapelia, pero ahora no caigo con la pastelería Urrestarazu.

mc clellan dijo...

¿Esa no es la que está al lado de La Casa del Libro? Por cierto, que ahí sí que hay otro que también está bien, el Garo, creo que se llama.

Munchausen dijo...

¡Ah, sí! ¡Y recuerda a un vagón del Orient Express! Me mola, me mola.

Anónimo dijo...

Pos sí, al ladito mismo de la casa del libro...

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