Y le miré. Fijamente. A los ojos. Me quedé alojada en sus pupilas. Memoricé sus patas de gallo. No supe qué decía. Me suspendí.
¿Y a quién le podía ya importar lo que pasara si no iba a estar? ¿Y qué más daba si llovía o hacía sol? ¿Si era lunes o domingo? ¿Qué significaba, si yo ya no tenía corazón?
Me lo habían arrancado. Así, de cuajo y sin anestesia. Ni previo aviso, ni acuse de recibo. Habían hundido sus manos en mi pecho. Rozaron sus muñecas mis costillas. Y se lo llevaron.
Se lo robaron en una bolsa de plástico. Una cualquiera, con el logotipo del Sabeco. Ni siquiera una de Oysho, que era como más íntimo. Se lo llevaron. Así, sin más. Sin volverse para comprobar que no se dejaban nada. Es decir, si se les olvidaba algo así como el resto de mi cuerpo.
Se fueron sin despedirse. Sin ni siquiera ofrecerme un ‘kleenex’. O una camisa limpia. Al fin y al cabo eran las cuatro y yo tenía que ir a trabajar. Una tarde entretenida, sí señor. Un par de cartas que redactar y la nómina del jefe. Nadie se dio cuenta. Y el maldito ordenador que no quiso arrancar, ni cambiar el fondo, ni borrar las fotos, ni imprimir mis lágrimas.
Sólo el hombre del café anunció una mancha de carmín que emborronaba mis labios.
¿Y a quién le podía ya importar lo que pasara si no iba a estar? ¿Y qué más daba si llovía o hacía sol? ¿Si era lunes o domingo? ¿Qué significaba, si yo ya no tenía corazón?
Me lo habían arrancado. Así, de cuajo y sin anestesia. Ni previo aviso, ni acuse de recibo. Habían hundido sus manos en mi pecho. Rozaron sus muñecas mis costillas. Y se lo llevaron.
Se lo robaron en una bolsa de plástico. Una cualquiera, con el logotipo del Sabeco. Ni siquiera una de Oysho, que era como más íntimo. Se lo llevaron. Así, sin más. Sin volverse para comprobar que no se dejaban nada. Es decir, si se les olvidaba algo así como el resto de mi cuerpo.
Se fueron sin despedirse. Sin ni siquiera ofrecerme un ‘kleenex’. O una camisa limpia. Al fin y al cabo eran las cuatro y yo tenía que ir a trabajar. Una tarde entretenida, sí señor. Un par de cartas que redactar y la nómina del jefe. Nadie se dio cuenta. Y el maldito ordenador que no quiso arrancar, ni cambiar el fondo, ni borrar las fotos, ni imprimir mis lágrimas.
Sólo el hombre del café anunció una mancha de carmín que emborronaba mis labios.
13 comentarios:
yo creo que cuando la persona a la que quieres se marcha, es muy dificil explicar con palabras lo que se siente...pero este post se acerca bastante. Mucha herencia del gran joaquin sabina veo... jejeje
...y esas pinceladas de fina ironía. Como la vida misma. Jamás compraré en Sabeco, jeje
Al contrario, Mr. Mills. Hay que ponerse a escribir como un campeón.
Por cierto, The Postal Service: 'Such Great Heights'.
"They will see us waving from such great heights, 'come down now,' they'll say. But everything looks perfect from far away,'come down now,' but we'll stay..."
¿Y qué hacer cuando te llevan parte de tu corazón? ¿Quién te lo devuelve...?
Me temo que ni siquiera hay hojas de reclamaciones. Aquí, no sirve de nada tener ticket...
Ni ticket, ni pase preferente, ni entrada VIP, ni sueldo vitalicio...todo y, de repente, nada. Vacío. Acantilado. Y nadie te ha amarrado el paracaídas. Nunca más.
Parece que el tema está dando mucho de sí. Una de las grandes incógnitas de la humanidad. El 'amor' es un misterio irresoluble. Y creo que ha llegado el momento de soltar una gran frase que algunos recordarán: "El amor es un eufemismo".
Con hache...
¿Y cuánto dura el amor? Algunos por aquí aseguran que nunca dura para siempre..
nada es para siempre, ni en el amor
Formulo la pregunta de otra forma: ¿alguien es capaz de ofrecer amor para siempre?
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