18 mayo 2005

Cafeinómada (4)

−Aquí tienes las pastas de mantequilla. Calentitas, para que veas que me acordé.
−¡Ay! Gracias, niña. Qué sería de los lunes sin estos caprichillos…
−Y los martes, los miércoles… Cualquier día es bueno, Begoña.
−No te creas, hija. Que luego viene el médico.
−Es que hay que tomarse las cosas con moderación. Además, ya sabes que tenemos pastas sin azúcar e integrales.
−¡Eso son sucedáneos, como la achicoria! Está bien para las jóvenes que queréis tener buen tipo. Pero a mí ya me quedan pocos placeres.

−¿Le puedo ayudar?
−…
−¿Perdone?
−…
−¿Desea algo?
−¿Eh?
−Que si quiere algo…

Begoña. Esa mujer podría tener unos doscientos o trescientos años. María la conocía desde pequeña. Y siempre estaba igual: su pelo corto y blanco, suave como una nube de algodón, su rostro descarnado y pálido, surcado de mil arrugas, su cuello de piel relajada y bailarina… Erika y ella siempre pensaron que era un ser de otro mundo. De hecho, siempre bromearon con que era Elisa, la mujer de David el Gnomo y que guardaba en alguna parte de su armario el capirote. Además, era bajita y rechoncha, con manos y pies pequeños. Y una voz dulce y balsámica.

−Bueno, hija. Me voy −la anciana se dio la vuelta, pero no vio a María. Ella se acercó al mostrador.
−Mmmm… ¿Me pones media docena de cruasanes y bollos de leche? −la chica extrajo las bateas del mostrador y las puso sobre el mármol. Cogió una bandeja de cartón y fue depositando, con ayuda de unas pinzas plateadas, la mercancía. El caramelo de los cruasanes brillaba como el oro sobre la carne tostada. Más que nunca, parecía una figura hecha con piezas que se recogían en la del centro. Matruskas de harina y levadura. A su lado, los bollos parecían manchas blancas en la paleta de un pintor. Y el azúcar glas, el síntoma de que la mezcla de témpera no estaba bien hecha. Tres unidades, como las tres Gracias, sólo que más tersas.
−¿Algo más?
−No… O bueno, sí. ¿Qué suele llevarse la señora de antes?
−¿Quién, Begoña? Pastas de mantequilla.
−¿Nada más?
−No. Bueno, de vez en cuando, alguna cristina de nata. Pero no es para ella, sino para los nietos. Para ella… tarta de chocolate y miniaturas de kiwi, pero hace mucho que…
−Dame media docena de los pastelillos y una cajita de bombones con nueces y almedras −¿nietos? No recordaba siquiera que tuviera hijos. Marido sí, pero lo perdió en la guerra.


(to be continued)

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy realmente intrigado. Preparado para levantar la tapa de una milhoja y encontrarme un enanito parlanchín que me cuente cómo sigue la historia. De momento, me conformo con las 'matruskas' y las 'cristinas' que, aunque no sé de qué se componen, seguro que están de miedo para ir haciendo boca.
Un besote (con la nata todavía en las comisuras).

mc clellan dijo...

Las cristinas son bollos dulces rellenos de nata. A mí me gustaban cuando era pequeña. Pero no podia acabar con ellas. Un día lo intenté y desde entonces la nata la prefieron de adorno.

Sellers dijo...

me encanta la delicadeza en las descripciones y el perfil en cinco lineas de Begoña. sigue asi, dulcinea....creando gigantes a partir de molinos de viento. un beso

Burma dijo...

Un dulce placer descalzarse entre tus palabras niña, siempre.

Munchausen dijo...

Yo soy más de relámpagos.

mc clellan dijo...

¿Relámpagos? ¿A qué se le llama aquí relámpagos? Yo soy tan golosa que aún sigo pegando la nariz en Arrese cuando paso y supero en veinte años la edad conveniente para hacerlo... Si tengo que elegir pasteles, me quedo con las lenguas de gato, las trufas y unos pequeños pastelitos de la Suiza que son volovanes de chocolate con crema y dos miniframbuesas. Ése ha sido mi descubrimiento de este año.

Munchausen dijo...

El relámpago es como una breva, con crema pastelera dentro, y una capa por encima de no tengo idea cómo llamarlo, de caramelo, chocolate, marrón o blanco (mi preferido). Tomar preferentemente frío.

Como decía el cocinero que intenta asesinar a Homer Simpson con un pastel, "tiene una capa de chocolate tan espeso que no deja escapar la luz y veneno con un toque de veneno". Para las arterias, se entiende.

Haiduc dijo...

Aysss que hambre me ha entrado leyendo esto. ¿Hambre? Pero si acabo de cenar. No, es vicio, puro vicio.
Besos Ms. Mc Clellan

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