15 agosto 2006

Ariel líquido

Se me derrama el café sobre la mesa. No lo puedo remediar. Es un día tan tonto que ni puedo evitarlo. Lloro. Como si lo que hubiese perdido sobre aquel tablero de madera fuera la última vianda sobre la tierra. No es lo mismo. Quieres que sea igual, pero no. Saco una bayeta y recojo el desaguisado. Sobre la madera están tus letras marcadas... Si dejaras de apretar tanto cuando escribes... Pues sí que estaba llena la taza. Se han manchado las cartas del banco y el recibo de la luz. No hay láser para este tatuaje. ¿Por qué? No me lo preguntes. Hoy no me siento con ganas de responderte. Los sobres transparentan los gastos de la hipoteca. Te lo he dicho. Insistes y ya lo sabes. Para qué hablar, entonces. Joder, hasta los azulejos chorrean café. Voy a ensuciarme yo también. “La vida mancha –me dijiste–. Y no hay mora que lo quite”. Pues en el súper venden unos detergentes increíbles.

12 comentarios:

Gonzalo dijo...

Hay cafés muy suicidas, con cierta preferencia por las alfombras nuevas o limpias, pantalones planchados, cartas importantes, chubasqueros permeables, paraguas con agujeros. Hay terrones irreverenes que no se disuelven ni siquiera aplastándolos contra las paredes de la taza. Hay azucarillos que no endulzan como venganza.

Anónimo dijo...

Yo me confieso indefenso ante la devastación del café. No conozco impermeable que cure ya sólo el cerco dejado por mi taza. En detergentes todavía no está todo inventado. Mientras tanto, me conformo con eliminar la ceniza del cigarro de dos palmadas.

mc clellan dijo...

Por eso, lo mejor es el azúcar blanquilla. Con ése puedes hacer hasta montañas en la taza.

Gonzalo dijo...

Hasta que haga islita, como un verdadero P. Tinto.

mc clellan dijo...

Exactamente... Y después, Luís se fuma un cigarrito para quemar algo, que le veo que si fuegos, este gallego no es nadie...

Anónimo dijo...

No toquemos la fibra sensible con eso de "quemar algo" que no está el horno para bollos. Por cierto, hay una foto grandiosa en la que un miembro de los retenes antiincendios apaga un rebrote a pisotones mientras sujeta un cigarro encendido con la mano derecha. No tiene desperdicio. (Y no soy yo, que quede claro; que en este país enseguida se demoniza a la gente. Bastante tenemos ya los fumadores encima.)
Saludos

mc clellan dijo...

Jajajaja... Bueno, bueno... Como están los ánimos por la ciudad condal. Si yo no demonizo a los fumadores... pobriños, estais al borde de la legalidad... Hummm.

Gato negro dijo...

Cuando un café cae, muchas tertulias se pierden en el mundo. Lo primordial es, sentarse, reír de la torpeza de uno y corriendo volver a llenar de conversaciones la taza y beber sonrisas provocadas por la cafeína.
Los cigarrillos suelen ser importantes, aunque para algunas más que para otros.

GATO NEGRO

Anónimo dijo...

pues peor que el café derramado es lo que había encima de la mesa. cartas del banco, recibo de la luz, los gastos de la hipoteca... ¿es que no puedes desayunar con un periódico como el resto de mortales?

Lo prometido es deuda.

mc clellan dijo...

Mmmm... Pero ¿eso no es lo normal? Es que las cartas las recojo por la noche y el periódico hay que comprarlo por la mañana y yo, sin café, no soy nadie...

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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