La oficina anda estos días medio revolucionada. Se adivinan cambios. Bueno, qué diablos, se saben cambios... Una burbuja de oxígeno, aunque no todos son buenos. A algunos compañeros les diremos adiós, porque se han quedado sin sitio. A otros, simplemente un hasta luego, porque se cambian de planta. Y sobre todo, a muchos les diremos hola.
Después de un día aciago como el de ayer, de nuevos desencantos y viejos aburrimientos, no sé si lo que viene será mejor o peor, pero, al menos, habrá acción hasta que la nueva rutina se instale. Y yo necesito que sea así: ver mesas volando y oír martillos, tropezarme con nuevas plantas y echar de menos papeleras. Eso me mantiene entretenida y evita que se instalen en mi cabeza los mismos inquilinos de siempre.
Después de un día aciago como el de ayer, de nuevos desencantos y viejos aburrimientos, no sé si lo que viene será mejor o peor, pero, al menos, habrá acción hasta que la nueva rutina se instale. Y yo necesito que sea así: ver mesas volando y oír martillos, tropezarme con nuevas plantas y echar de menos papeleras. Eso me mantiene entretenida y evita que se instalen en mi cabeza los mismos inquilinos de siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario