03 febrero 2009

Retrovisor

Competir, competencia, competido. En los últimos meses no hago más que oír estas tres palabras... y verlas. O más bien, ver sus efectos. Cerca y lejos. No hay distancia que no afecte. ¿Por qué? ¿Tan importante son las medidas? ¿O es que necesitamos marcar las diferencias?

Da igual en qué dirección vayamos, en cuanto doblas la esquina, ¡zas!, aparece. Y, por supuesto, no es exclusiva de un ámbito. Te topas con ella en el gimnasio, en las rebajas, en la barra del bar, en el aparcamiento, en el trabajo, en las bodas, bautizos y comuniones... E incluso al maquillarte (por exceso y por defecto, aunque lo primero sea peor).

Es cierto que necesitamos sentirnos especiales, pero ¿se trata de una variable ponderable? ¿O realmente lo que queremos es ser los primeros? Cada vez es más frecuente que los niños no acepten las derrotas. Al tiempo que les faltan horas libres para tirarse por el suelo de un parque porque su horario incluye asignaturas extraescolares cuantas más mejor.

Se dice de los triunfadores (últimamente aquéllos que destacan en el deporte, el cine y las revistas del corazón) que no quieren perder ni al parchís (véanse casos Loeb, Fernando Alonso, Eto'o, Tom Cruise...). Es más, hay un dicho que asegura que el número dos es el primero de los perdedores (supongo que es lo que debió pensar el domingo Federer en Australia).

Y las notas de prensa se llenan de ránkings y estudios que intentan esclarecer quién es el más rico (o pobre), atractivo (o feo), chic, hortera, poderoso, visto (a mí lo de leído no me gusta), influyente, trabajador... Supongo que incluso habrá alguna lista de las mujeres con más zapatos del mundo (a juzgar por el armario de Mariah Carey, que he visto vía Chic o Chuc).

Yo siempre he creído que ser distinto no es ser ni más ni mejor. Que cuando hablamos de alguien único significa que no tiene igual, pero no más o menos igual. Las diferencias, por tanto, no las marca el puesto, sino la condición. En la vida no necesitamos llevar retrovisores. Quiero pensar que no vamos por ninguna autopista donde lo que importa es llegar, y antes. Me gusta disfrutar con el paisaje y hacerme fotos. No estudié matemáticas para contar la vida.

2 comentarios:

Gonzalo dijo...

¿No era de Ayrton Senna esa frase, la del segundo como primero de los perdedores? Me suena que sí, dedicada a Alain Prost...

mc clellan dijo...

Mmmmm. Puede ser... Senna era un ganador nato, no sé qué hubiera hecho al atardecer de su carrera... O bueno, igual le pasaba como luego a Schumacher, que nunca llegó a ser el perdedor. Supongo que el truco es retirarse a tiempo.

Post nuevo Post antiguo Inicio