15 septiembre 2011

Dobles caras

Todo se transforma. Ya lo dice la canción de Jorge Drexler que tanto me gusta. Tiene doble lectura: es alegre y desencantada a la vez. Aunque quizá esto último tiene más que ver con el punto en el que hoy me encuentro. En los últimos días algunos icebergs se han movido muy deprisa y de una manera imprevisible. Creo, de hecho, que puede que hayan chocado entre sí y siento el calor de esa fricción muy cerca.

Echo de menos la inocencia, ésa que te permite disfrutar de algunas cosas porque desconoces su envés. Me encantaría poder disfrutar de la cobertura de chocolate del Magnum sin pensar que debajo está el helado de vainilla. Pero no. A esta cabeza llena de pájaros parece que no le gusta quedarse en la superficie y surfear. Lo suyo es más el buceo (con lo que me ha costado meter la cabeza debajo del agua en la piscina).

Y amigos, no lo recomiendo si uno de sus propósitos es practicar el 'carpe diem'. Está claro que con esta metodología no van a lograr subirse al pupitre y gritar '¡Oh capitán, mi capitán!' Puede que tampoco les dé luego por sentirse engañados. Aunque yo no tengo claro qué es peor. Como el joven soldado que no sabía si ir a al guerra y cumplir con su país o quedarse en casa y cumplir con su madre enferma, todo tiene dos caras: la brillante y la oscura.

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