Enero es un mes extraño. El comienzo del año natural y la constatación de que envejecemos. Hace frío. La luz es tímida. Las noches largas... Y los recibos más caros. Este año más. La crisis se ciñe sobre nosotros como una espada de Damocles y hasta el que cree seguro su puesto de trabajo tiembla.
Para mí, además, es un mes de vacaciones. Aprovecho para disfrutar esos días que me quedan del año anterior. Y viajo. A donde sea y lo que pueda. No pido paraísos soleados ni ciudades chic. Este año fui en busca del Mediterráneo via Huesca y lo encontré. En todo su esplendor y su invierno. Sin gente, ni atascos, ni calor... Pero también hallé esa decadencia de ciudad pequeña que tanto me gusta.
Y he vuelto levitando, ligera de equipaje, con un montón de fotos y una mansa lista de reproducción.
La música de un viaje a la Costa Brava
Aiguablava
Gato de mar
Barcas en Port Bo (Calella de Palafrugell)
Port Bo (Calella de Palafrugell)
Cenefa azul y blanca
Lluvia verde
¿Queda claro?
El medievo gerundense
Barca al sol en Cadaqués
Atardece en Cadaqués
Del color del cielo
Bella decadencia en Barbastro
Cartel con solera
Callejón con salida
De este mundo
Volvemos al medievo, esta vez oscense
Castillo de Loarre
La Hoya de Huesca desde la torre vigía
Ventana de la iglesia de San Pedro, en el castillo
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