24 enero 2021

De antivacunas a vacunados ‘pro’


Hemos pasado de los antivacunas a los vacunados ‘pro’ en menos de lo que canta un gallo. Solo nos ha hecho falta un año de pandemia y un poco de caradura. Esta semana han aflorado como las setas en el otoño soriano aquellos que se han puesto los sueros de Pfizer y Moderna contra el coronavirus cuando no les tocaba. No han sido ni uno, ni dos, ni tres. Podríamos hablar de centenares de personas a las que se les ha suministrado la dosis antes de que fuera su turno o saltándose el orden establecido por el Ministerio de Sanidad. Y solo llevamos con este proceso tres semanas. 

Tiene su parte buena: si se vacunan, o tienen tanto interés por vacunarse incluso altos cargos de diferentes rangos de la administración, será que confían en este remedio para frenar el Covid. Pero también demuestra que nos falta mucho para ser capitanes de barco. Mezquindad, egoísmo, ruindad, desvergüenza... Hay muchos adjetivos que se nos vienen a la cabeza con este tema a todos. Porque esto no es como colarse en la caja del súper.

Es inevitable pensar ¿y ahora qué? Porque para lograr la inmunización frente al viras hacen falta dos inyecciones. ¿Les ponemos la segunda? En la Comunidad Valenciana han tomado la decisión de que no. En Euskadi han dicho precisamente lo contrario. Responder no es fácil y supone uno de esos problemas filosóficos donde siempre me vienen a la mente los existencialistas: hagas lo que hagas, alguien saldrá perjudicado. Si no le ponemos la segunda dosis, habremos tirado la primera. Si lo hacemos, salen beneficiados por encima de esos que iban antes en la lista y, de algún modo, se salen con la suya. 

Algunos de esos ‘pros’ que se han vacunado han acabado dimitiendo de su cargo o están en la cuerda floja. Para unos cuantos, además, supone el fin de su carrera después de años de dedicación con mayor o menor acierto. Aunque no todos los casos sean iguales, yo me pregunto si no eran conscientes de que lo que estaban haciendo era, dicho en cristiano, liarla parda, juntar el ácido clorhídrico con el sulfato de cloro, o lo que quiera que fuese. O si pensaban que nadie se iba a enterar, que en esta país todos somos ciegos, sordos y mudos. O peor, si creían que nos iba a parecer bien lo que estaban haciendo.

Pues ya ven que no, señores. A nadie le gusta que se le cuelen en la cola del súper y mucho menos si llevan la cesta llena y nosotros solo hemos cogido unos huevos. Aunque para huevos, los del consejero de Salud de Ceuta, que dice que él por no ponerse no se pone ni la vacuna de la gripe, pero que claro, ésta sí porque si no su equipo tampoco quería que se la administraran. Ole ahí, encima dando lecciones. ¿De qué? Eso ya se lo dejo a cada uno.

Y de propina, les dejo una canción.

22 enero 2018

La hora mágica

"En Comala comprendí 

que al lugar donde has sido feliz 

no debieras tratar de volver"




Cuando despegó se encendían las primeras luces de la ciudad. Se sentaba al lado de la ventana con dos desconocidos: ella reposaba su cabeza sobre el hombro de él. Su pelo rojizo encuadraba un rostro de piel porcelánica. Los ojos, color avellana, eran los mismos que los de él, canoso y arrugado por el sol. Se miró las manos. Estaban morenas. Se había pintado las uñas de burdeos oscuro. Ya lo echaba de menos. Con él se sentía segura. En cada viaje temblaba por si no estaba allí al aterrizar. Ahora ya sabía que sería así. Una lástima... 

Aquel puñal la había acompañada tantas veces desde que cumplió los 18, cuando le entregaron la herencia de su abuelo... pero por más que lo intentó no pudo sacárselo del cuerpo a su último amante. Maldito esternón. También se preguntaba cuánto tardarían en encontrarle en aquel hotel desde cuya terraza se podía ver a los gatos de la ciudad mientras saltaban de tejado en tejado en busca de gatas en celo. Una lágrima resbaló por su rostro de mármol. Ni la notó. El avión cogió velocidad de crucero y se apagaron las luces.


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04 agosto 2017

Día 1

Hoy es el día 1. Es 4 de agosto, pero es el día 1. Llevo tiempo poniéndome en la línea de salida par luego echarme atrás por unos u otros motivos. Pero en estos seis días de vacaciones haciendo lo que he querido en cada momento, con los límites que también conlleva eso, he decidido empezar la carrera. Una de las tantas que, por otro lado, tengo empezadas. No importa dónde está la meta ni cuál es. Es irrelevante. En esta carrera de lo que se trata es de demostrarme que puedo. Porque puedo. Y quiero. Y ello me hace libre.
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