Hemos pasado de los antivacunas a los vacunados ‘pro’ en menos de lo que canta un gallo. Solo nos ha hecho falta un año de pandemia y un poco de caradura. Esta semana han aflorado como las setas en el otoño soriano aquellos que se han puesto los sueros de Pfizer y Moderna contra el coronavirus cuando no les tocaba. No han sido ni uno, ni dos, ni tres. Podríamos hablar de centenares de personas a las que se les ha suministrado la dosis antes de que fuera su turno o saltándose el orden establecido por el Ministerio de Sanidad. Y solo llevamos con este proceso tres semanas.
Tiene su parte buena: si se vacunan, o tienen tanto interés por vacunarse incluso altos cargos de diferentes rangos de la administración, será que confían en este remedio para frenar el Covid. Pero también demuestra que nos falta mucho para ser capitanes de barco. Mezquindad, egoísmo, ruindad, desvergüenza... Hay muchos adjetivos que se nos vienen a la cabeza con este tema a todos. Porque esto no es como colarse en la caja del súper.
Es inevitable pensar ¿y ahora qué? Porque para lograr la inmunización frente al viras hacen falta dos inyecciones. ¿Les ponemos la segunda? En la Comunidad Valenciana han tomado la decisión de que no. En Euskadi han dicho precisamente lo contrario. Responder no es fácil y supone uno de esos problemas filosóficos donde siempre me vienen a la mente los existencialistas: hagas lo que hagas, alguien saldrá perjudicado. Si no le ponemos la segunda dosis, habremos tirado la primera. Si lo hacemos, salen beneficiados por encima de esos que iban antes en la lista y, de algún modo, se salen con la suya.
Algunos de esos ‘pros’ que se han vacunado han acabado dimitiendo de su cargo o están en la cuerda floja. Para unos cuantos, además, supone el fin de su carrera después de años de dedicación con mayor o menor acierto. Aunque no todos los casos sean iguales, yo me pregunto si no eran conscientes de que lo que estaban haciendo era, dicho en cristiano, liarla parda, juntar el ácido clorhídrico con el sulfato de cloro, o lo que quiera que fuese. O si pensaban que nadie se iba a enterar, que en esta país todos somos ciegos, sordos y mudos. O peor, si creían que nos iba a parecer bien lo que estaban haciendo.
Pues ya ven que no, señores. A nadie le gusta que se le cuelen en la cola del súper y mucho menos si llevan la cesta llena y nosotros solo hemos cogido unos huevos. Aunque para huevos, los del consejero de Salud de Ceuta, que dice que él por no ponerse no se pone ni la vacuna de la gripe, pero que claro, ésta sí porque si no su equipo tampoco quería que se la administraran. Ole ahí, encima dando lecciones. ¿De qué? Eso ya se lo dejo a cada uno.
Y de propina, les dejo una canción.