08 agosto 2009

'Tourpirenaica'

Altos Pirineos, allá vamos... Con esta idea en la cabeza me levanté hoy. Tenía muchas ganas de que llegara este día porque hoy tocaban puertos míticos que sólo conozco del Tour, así que os podéis imaginar que me lo he pasado cual cochino en barro, pese a que al final de la jornada nos hemos mojado un poco.


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Nuestro primer reto era el Portalet. La subida fue de lo más agradable. La A-136 es una carretera muy cómoda, aunque el frío no le ha tratado muy bien el pasado invierno. Remonta el cauce del Gállego, y a la altura del desvío al pueblo de Panticosa (precioso, por cierto), después del embalse del Búbal, se vuelve más abrupta y bella. Unos kilómetros más arriba, superada las hoces, se vuelve a encontrar con otro embalse, el de Lanuza.

(Embalse de Lanuza./ Canon EOS 400 D)

A partir de aquí continúa la ascensión al Portalet por Formigal, pueblo y estación de esquí, que en esta época del año es territorio del pastoreo. No es una ruta muy sinuosa ya que la vía está muy acondicionada y ensanchada para facilitar el tráfico en invierno. Sin embargo, una vez que llega la frontera con Francia, la cosa cambia.

(Rebaño de ovejas en la parte española del Portalet./ Olympus Micra)

La A-136 se convierte en la D934, más estrecha, como corresponde a una carretera de montaña. El descenso por ella es prolongado y muy bello: las cumbres se engrandecen, desaparecen los árboles y arbustos, y en algunas curvas saludan carteles de venta de queso casero, que coinciden con la aparición de alguna granja cercana. A nosotros, además, nos tocó disfrutar del paisaje con jirones de niebla.

Casi en las faldas francesas del Portalet está Les Eaux-Chaudes, un pueblo balneario que sorprende por sus paredes blancas y que da paso a un desfiladero precioso que a nosotros se nos terminó unos diez kilómetros más abajo, justo donde tomamos el desvió hacia Eaux Bonnes, por la D918, la puerta hacia el Col del Aubisque.

La ascensión hacia esta cumbre mítica me impresionó mucho más que las anteriores. Hay curvas muy cerradas, con una carretera muy estrecha y que dejan a uno de sus lados desafiantes precipicios verdes. En nuestro caso, también blancos porque en esta zona sí que había bastante bruma, aunque bastante menos que la del día anterior en la zona de Irati.

(Las bicicletas del Aubisque./ Canon EOS 400 D)

Me hizo gracia que en la cima (1.709 metros) hubiera chiringuitos para tomarse algo y comprar ropa de abrigo, aunque, la verdad, estaba lleno de turistas. Alguno, con problemas mecánicos, por cierto. Tiene que ser una auténtica putada pinchar y tener que cambiar la rueda ahí arriba, como le pasó a unos ¿alemanes? que iban en monovolumen. Otros, cuando se bajaban del coche se ponían a hacer estiramientos... No me extraña.

De ahí pusimos rumbo a Soulor. En la pequeña bajada para enlazar los puertos nos adelantaron un grupo de motoristas a los que daba gusto ver tomar las curvas. La verdad es que se les notaba la pericia hasta que la niebla tomó la carretera y no les volvimos a ver. Y en seguida, comenzó la ascensión a Soulor, que me impresionó muchísimo porque la carretera bordea la montaña y siempre tienes a la izquierda un importante desnivel amenazante. Esto también te permite ver la amplitud del paisaje pirenáico francés.

(Camino hacia Soulor./ Olympus Micra)

Desde aquí, el largo descenso hasta Argelès-Gazost permite observar cómo se transforma el pasiaje y la flora según se baja altura: de praderas peladas por el ganado se pasa a zona de arbustos y de ahí a tupidos bosques de hoja perenne hasta que se llega a los valles, donde se abren las llanuras y aparecen los pueblos de tejados de pizarra.

El siguiente puerto era el mítico Tourmalet. ¡Menuda ascensión! En Luz-Saint-Sauveur, donde paramos a comer ligero, vimos que probablemente habría niebla. Es más, la camarera del bar donde nos paramos nos los dijo. Sin embargo, erró. Como en los anteriores puertos, sólo algunas partes eran ciegas. Y, además, no hacía nada de frío.

(La carretera que serpentea hacia el Tourmalet, desde la cima./ Olympus Micra)

Me impresionó mucho la subida. Y sobre todo, que haya autobuses que se aventuren por la estrecha carreterita que sube a la cima. Sí, nos tocó uno polaco al que adelantamos (dicen que sin problemas, pero yo cerré los ojos, jajajaja). Arriba había mucha gente y hasta sol. Desde luego, no era una ruta 'original'. Eso sí, el Tour ya no volverá a ser lo mismo.

Después de esto nos quedaba el Aspin y el Peyresourde. Este tramo fue bastante divertido. Acababa de llover y todo brillaba gracias al claro que se había abierto entre las nubes, así que os podéis imaginar la intensidad de los diferentes tonos de verde del paisaje. Había que ir con cuidado porque el asfalto estaba bastante mojado y porque había 'moros en la costa'.

(Vacas en la carretera que sube al Col d'Aspin./ Olympus Micra)

O mejor dicho vacas en la carretera. En mitad, concretamente. Y sin intención de moverse. Se armó una pequeña caravana y fue genial el intento de algunos coches por pitarlas para que se apartara. ¡Ay, pequeño saltamontes, éstas se mueven sólo cuando les conviene... o las arreas! Al final, les pareció que el sitio se había masificado y se dieron el piro... Quizá también leyeron el pensamiento de algunos.

Para entrar en España de nuevo, elegimos la ruta que nos llevaba hacia el Portilhon. Y ahí sí que hacía un poco de frío. Se conoce que el día había sido bastante feo. Como me estoy alargando mucho, no quiero contar demasiados detalles sin trascendencia. Sólo voy a decir que una vez pasados los otros, éste se me hizo de juguete, aunque la bajada se las traía. ¡Qué larga! Ya a los pies, empezó a llover, así que cogimos carretera y manta y llegamos a Vielha.

El pueblo me gustó mucho. Quizá esperaba menos y por eso, en el paseo de rigor antes de la cena, me quedé prendada. Me gustó especialemente un rincón que dicen que es el más viejo del lugar. Había dos bares muy curiosos. Nosotros elegimos el segundo, donde acaba el callejón. Era un sitio tranquilo donde, además, pinchaban música muy agradable, pero no me acuerdo del nombre...

(El rincón más viejo de Vielha./ Olympus Micra)

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