06 abril 2006

Hube y ve

Yo también le tengo miedo a morir. A que los objetos se difuminen en la masa negra. Le tengo un miedo cobarde y me afano en sentir cada minuto deslizándose por mi piel. Quiero ser hipersensible y captar hasta la rotación de la tierra. Quiero notar los movimientos de la sangre por mis venas… Y las tuyas. Tengo miedo. Sí, y lo confieso. Porque para qué me sirve guardarlo en un lugar secreto. El miedo es como el queso fresco. Con el paso de los días se descompone en agua e inunda el continente. Le tengo miedo a la muerte y cada hora se me escurre entre los dedos sin llegar a las pepitas. Le tengo miedo a morir, a suspenderme en esta noria. Soy cobarde. No me apagues la luz esta noche, por favor. No sé si al despertar de mañana podré recordarte. Déjame que te dibuje… que te graBe… que te graVe.

8 comentarios:

Gonzalo dijo...

Sólo porque sí. Con eso vale; y sirve para todo. Para sentir que la vida pasa, nada mejor que ponerse de cara al viento, sentir cómo el aire te recoloca el flequillo, transpasa esa chaqueta de punto que te deja los antebrazos y las muñecas al descuibierto, escucharlo, al aire quiero decir, saborearlo, también al aire, ahora que tiene gusto a cansancio, 'gaultier' y flores; y pensar, de cara al viento, como hacía Mafalda, que es la única manera de demostrar que La Tierra gira. Y esos, los giros del planeta, son nuestra medida del tiempo: los días, ahora que las semanas y los meses son entes difusos que se repiten como una letanía en un idioma extranjerísimo.

mc clellan dijo...

Nunca me he sentido más viva que al lado del mar y en los faros. Es una sensación de libertad absoluta... Y de silencio. No hay mundo. Sólo uno mismo y la cabeza. El último que visité fue Matxitxako, el punto más al norte de Vizcaya (y si no recuerdo mal, de Euskadi). Sólo agua, verde y viento... Frío, del norte, para estar bien despierto. ¿Alguien sabe qué hay en la línea del horizonte?

Otro que me gusta está en Asturias, en un pueblín cerca de Villaviciosa (no recuerdo el nombre, Covi, vas a odiarme). Los acantilados son preciosos y el camino que te lleva a ellos (y, por tanto, al faro) serpentea entre casas de pueblo vigiladas por perros vaqueros y praderas infinitas con gatos que buscan topos. A lo lejos, huele a bizcocho y se oye el tapón de una botella de sidra casera que salta en mitad de la fermentación.

alZhu dijo...

Tengo unas ganas locas de ver esa película. Me encantan tus palabras.

Anónimo dijo...

Cabo Vilano, en Galicia, desde el cementerio de los ingleses. Es el faro del fin del mundo. Ve. No te arrepentiras.

Gonzalo dijo...

Cap da Berberia, en Formentera, el de 'Lucía y el sexo'; o Punta da Roca, en Portugal (lugar más occidental del continente); también en Portugal: Punta Espichel (como acercarse a la nada por una carretera destartalada); cabo Quiberon, en Bretaña: el mejor atardecer del mundo -lo siento por Granada-: una línea de tierra sobre la que sólo cabe una carretera camino de un faro y un restaurante en el que sólo se pueden comer mejillones. Que no es poco.

Anónimo dijo...

todos los faros tienen su encanto por eso de que iluminan lo mejor de nuestro pasado reciente. Luces era el pueblo de los perros vaqueros y la sidra casera donde iluminaba aquel faro. Grandes recuerdos....
Una huella en tucamino ahora que estas "iluminada": www.farosdelmundo.com No dejes de hacer tu aportación sobre tu favorito.
Besos

mc clellan dijo...

Gracias, niña. ¡Qué memoria! Cómo olvidar aquella semana... y 'el gato voladooorrr'... Te debo una canción y una visita, jejeje. Aparte de tantas cosas que contarte.

Anónimo dijo...

Un sabio dijo una vez: " No le tengo miedo a la muerte sino a morir hoy" Yo me lo aplico....

Saludos cordiales ;)

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