27 noviembre 2007

Handmade

Genaro estaba apostado en la esquina de la galería más cercana a las escaleras de acceso al metro. De espaldas a la entrada. Tenía la cabeza ligeramente inclinada. Miraba algo por encima de su cabeza, de cara a la pared. Varias personas se le quedban mirando mientras caminaban rápido hacia la salida o hacia la estación. Le dedicaban apenas quince o veinte segundos de su carrera. Y después, en sus ojos podía leerse el interrogante que les dejaba aquella estampa tan peculiar. En el fondo, titilaba una mota de pena por el hombre, para algunos, anciano, que miraba la esquina.

Porque para ellos, Genaro miraba una escuadra de cemento y ladrillo pintada de gris por la que, ni siquiera, había restos de agua. Justo ese lado de la pared no tenía goteras. Si hubiera sido el otro... Nadie se paró a preguntarle qué hacía. Se iban masticando sus conjeturas otros veinte segundos, hasta que la visión en el horizonte de las canceladoras les obligaba a buscar el billete. A menudo, en el fondo del bolso, bajo el libro y el paraguas; en el bolsillo izquierdo, a punto de colarse por el agujero; en la mano, olvidado y amortiguado por el guante. O el paso de cebra les obligaba a fijar la atención en los coches, cuyos neumáticos hacían casi más ruido en el pavimento mojado que los motores.

Cuando habían cogido el metro o cruzado la calle, Genaro sólo era una sombra sin rostro en sus cabezas, a pesar de que el hombre seguía todavía allí, mirando en la misma dirección, con las manos cogidas a la espalda. A sus 76 años tenía tiempo para aquellas cosas. No le dolían prendas emplear quince minutos en mirar hacia ese lado y estudiar la superficie. Porque Genaro, efectivamente, miraba la pared gris de la galería. Pero escrutaba más allá del cemento y el ladrillo. Seguía con sus ojos grises la instalación eléctrica. Aquéllos cables recubiertos y protegidos en un tubo de plástico que servían para iluminar el pasadizo y dar vida a los altavoces. Fue su último trabajo: casi perfecto.

De pronto, Genaro dio media vuelta y salió de la galería. Aunque no con la vista al frente, sino en las manos de quienes se encontraba. La mayoría finas y sin dureces, de señoritos, de médico. Diestras en el manejo de móviles y mandos. Pero zurdas en las artes más primarias y en los arreglos. Manos que nunca sabrán lo que es crear desde cero y para quienes la palabra manufactura ha perdido cualquier beta de sentido original que le hubiera quedado después de la Revolución Industrial.

3 comentarios:

D.G. dijo...

Woooow ne ha encantado!! he podido ver a Genaro, identificarme con la gente que apenas puede dedicar esos 15 ó 20 segundos que dices en pararse a mirar algo, y por supuesto en la falta de manufacturación de los tiempos que vivimos... es una verdadera pena, sobre todo si lo piensas como tú lo has expresado: 'crear algo desde 0'... creo que hay pocas cosas que den más satisfacción que eso, y lo estamos perdiendo.
Salu2!

Melpómene dijo...

Mmmm, yo tengo un problema de atención: lo mismo voy sin ver nada por la calle inmersa en ensoñaciones que me da por fijarme en lo más raro. No he podido evitar sonreír con lo del billete y el bolso, si tu supieras...

chopitosmum dijo...

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS!!!
(Son aplausos)
Me han encantado!!!
Gracias.
Besotes.
P.D. Anoche me tiré una hora viendo como alguien a quien quiero mucho, arreglaba un viejo tocadiscos.
No es tan mayor como Genaro, pero tiene su espíritu.

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