21 julio 2011

Col de Agnel

Me gustan las cosas que me hacen sentir bien, que me sacan una sonrisa o me recuerdan algo que me hizo muy feliz. Y no hablo de asuntos trascendentales. A veces hablo de una simple pulsera o el estampado de una camisa. Otras es la portada de un libro o una canción que suena en la radio. Soy así.

He descubierto que me encantan las estrellas de mar. En general me gustan las estrellas, pero hace unos meses tuve en mi mano una de mar, ya seca, y me pareció preciosa. Hasta el tacto. También me gustan las flores: al natural, estampadas, en la comida... incluso las que hacen los chinos con zanahorias (por muy hortera que sea esa decoración de platos). Y si son amarillo clarito mucho mejor. Me recuerdan a las prímulas que salpicaban el camino al monte que recorría casi todos los fines de semana para ir a pasear con mi tía.

Disfruto como una cría viendo el Tour. En verano en el pueblo era sagrado ver acabar la etapa después de comer y antes de volver a trabajar en el campo. Estábamos todos pegados al televisor, disfrutando de los paisajes y del esfuerzo de los ciclistas. Era al época de Indurain, Chiapucci, Bugno, Pantani, Armstrong... Estos días sigo la etapa en directo en casa, luego la veo en el metro con el teléfono, en el trabajo sintonizo Teledeporte nada más llegar... Y sí, de alguna manera me siento cerca de mi padre como entonces.

Soy fanática de los zapatos. Y si echo la vista atrás, lo era también de chica. Tengo la imagen de verme andando por el barrio subida a unos zapatos negros de mi madre, que me quedaban enormes, claro. De visitar el desván de mi prima en busca de los de la suya o abrir su armario para ver qué se había traído ella de Barcelona y probármelos. De mirar con ojos golosos los variados tacones de la mujer de mi primo... Así que ahora tengo un bonito zapatero a reventar... Y soy capaz de escaparme al Zara a por los tres modelos que tengo fichados estas rebajas... Claro, que entonces sale mi angelote de la guarda y me recuerda que aún tengo pendientes un par de visitas (y no de cortesía) a mi dentista.

Si. También soy así, superficial y vana. Pero me gusta. Tomarme la vida demasiado en serio no me beneficia. Sigo indignándome a diario, protestando por las pequeñas injusticias desde mi mesa, preocupándome por la soledad cada vez más grande de las personas mayores, exorcizando fantasmas con el deporte... Y a la vez me encantan mirar escaparates, ojear revistas de decoración y arquitectura, y pintarme las uñas de los pies hasta en invierno. Como los buenos puertos del Grande Boucle, como el Agnel que hoy abre la etapa de los Alpes, también tengo dos caras en dos países distintos.

Panorámica desde el Col Agnei
Vista desde el Col de Agnel, por gdelasheras

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