Si me dieran a elegir un género cinematográfico con el que guionizar mi vida elegiría una road movie. Los momentos a los que me agarro cuando me encantaría fundirme con el sofá y la manta hasta las orejas son siempre en movimiento. Yendo hacia algún sitio. A veces ni siquiera uno concreto.
Tejados de Tavira |
Hoy, por ejemplo, me encantaría despertarme en el Algarve. Esa luz me arrebata. Y no porque haga sol. Me desayunaría en Tavira un galao con pan y buen aceite a la orilla del río mientras la ciudad se va despertando y llegan los turistas.
Luego, me iría al mirador sobre la playa de Monte Clérigo, cerca de Ajezur, a escuchar las olas y a leer un rato. Pero lo haría por carreteras secundarias y parando a tomar un segundo café en cualquier bar de cualquier pueblo, mientras las mujeres vuelven del mercado.
Mirador de la playa Monte Clerigo |
Comería en Vila do Bispo unos percebes y un buen pez a la brasa, el del día, el que hayan pescado esa mañana. Luego, pondría rumbo a la playa de Mareta o la de Tonel, en Sagres, para echar la siesta. Y después, me calzaría las zapatillas para correr por la carretera que te lleva al Cabo San Vicente mientras el sol me deslumbra y el viento -que no para nunca en esa punta de la tierra- me seca el sudor y la boca.
La fortaleza de Sagres desde el Cabo San Vicente |
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