20 octubre 2014

Con la D...

Dolor. 

Lo que sientes cuando te golpeas el codo con el canto de una ventana mientras tiendes la ropa en una tarde de mierda. 

Lo que te deja KO cuando te tuerces un tobillo en tu mejor serie y el mundo cambiar de lugar.

Lo que te pincha cuando tu jefe te llama al despacho y te da una carta de despedida en plena crisis, con un alquiler que pagar todos lo meses. 

Lo que te envuelve cuando tu mejor amigo deja de llamarte en una larga y mala temporada en la que ni tú mismo te soportas. 

Lo que te arrasa cuando tu expareja recoge las cosas de la que era vuestra casa y deja las llaves en el recibidor antes de cerrar la puerta sin que puedas preguntar de nuevo y por enésima vez por qué. 

Lo que te golpea cuando recibes la noticia de que alguien que ha formado parte de tu vida antes de que lo fuera se ha ido y no volverá a preguntarte si comes ni a tratar de quitarte esa pestaña de la ojera con el dedo mojado en saliva. 

Dolor. 

Cinco letras cortantes, como el filo de un cuchillo recién sacado del estuche. 

Dos sílabas contundentes, como el sonido de los disparos de una escopeta en un solitario coto de montaña. 

Una palabra desgarradora, como los incisivos de ese león que atrapó a la gacela y luce melena carmesí ante la mirada hambrienta de sus crías. 




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