26 noviembre 2014
Atrezzo de un shooting
El día que se rompió aquella taza, al caerse de sus manos enjabonadas, se quebró parte de su historia. No tenía mucho apego por los asuntos materiales, cosas de haberse mudado quince veces en los últimos diez años. Pero ella le había acompañado desde que la encontró en la estantería de aquella tienda que lo mismo te vendía una bufanda de lana merino que una crema de rosa mosqueta orgánica y olía como una iglesia en Semana Santa.
Un tiempo después la descubriría en una de sus películas favoritas, 'Love actually'. Era la que usaba el escritor para beber su té en su retiro peninsular, cuando el viento le vuela todas las cuartillas donde había vomitado la novela que le llevó hasta allí. Ahora, echa añicos sobre el suelo de cerámica gris parecía el atrezzo de uno de esas sesiones de fotografía (o shooting como le llaman algunos) que luego ilustran el catálogo de ropa de alguna marca que intenta venderse como moderna, transgresora, rebelde y todas esas cosas que molan a los 16.
18 noviembre 2014
Otra lista... Diez cosas que no soporto (de verdad)
Acabo de leer la lista que dejó el lunes Anita Patata Frita. Y no he podido resistirme. Yo también quiero una. Concretamente la misma, pero con mis cosas. Ya sabéis lo que me gustan a mí estas cosas. Además, con ella cumplo con la hora gruñona y duermo a pierna suelta.
Diez cosas que no soporto (aunque me tenga que callar)
1. Llevar las uñas mal pintadas. Solo me pinto las de los pies, pero o van perfectas, o me quito el esmalte. Imagínate si me pasa algo y me descalzan... Qué vergüenza (versión moderna de lo de llevar la muda limpia, si)
2. Salir de casa sin haberme perfumado (un poco más). Lo siento, me encanta dejar el ascensor florido y hermoso. En mi defensa vaya que me gustan los olores frescos y cítricos. Si al entrar les huele a Escale à Portofino, de Dior, he sido yo.
3. Llevar el pelo al límite entre limpio y sucio. Me quedaré calva, lo sé, pero me obsesiona que vaya aseadito. A mí la moda esta de echarse espuma o gel como que no... De hecho, era lo único que no me gustaba de los grunges.
4. Ponerme un sujetador x y una braga y… No puedo evitarlo. Tienen que ir conjuntados. Tampoco me gustan los de Minnie, Micky, Bob Esponja, Hello Kitty y demás personajes infantiles. Si tuviera doce años...
5. Las señoras que se cuelan en la cola de la caja del súper. Un día vamos a tener un problema serio. Como hoy, que se me ha colado para luego liarla con una tarjeta de puntos que quería hacerse. A puntito he estado de tirarle los Ferrero Rocher y el Möet Chandon del stand que estaban montando al ladito.
Una foto publicada por @farandwell el
6. Tender una prenda con dos pinzas distintas. Tampoco me gustan las de madera o las que tiene bordes afilados. Que luego se quedan todas las marcas y se enganchan con la lana y los encajes. Con lo que me cuesta encontrar ropa que me guste últimamente, cómo para que se me estropée. Eso sí, las de colores chillones me flipan. Además, emparejarlas es más divertido que tender.
7. Cenar a oscuras. Las velas solo me gustan para ciertas ocasiones especiales. Ppara el resto, me gusta ver lo que como. No sé por qué es, pero me molesta mucho. Hombre, tampoco es que me pongas un fluorescente que se vea a tres kilómetros.
8. Las dependientas que te llaman ‘cariño’, ‘cielo’, ‘corazón’ de forma continuada. ¿Hola? ¿Nos conocemos? De usted tampoco me gusta que me traten, no nos pasemos. Pero hay un límite entre la cordialidad y el exceso de confianza.
9. Dejar la cama sin hacer cuando me voy de casa. Me pasa como en el punto 1. ¿Y si viene alguien y la ve manga por hombro? ¿Qué va a pensar, por favor?
10. Escuchar la música bajito. Además de calva, seré sorda. Pero es que es mi forma de hacer un paréntesis y olvidarme del resto de las cosas. Al menos, cantar sí lo hago en bajito (mi trauma es que no doy una nota en su sitio, que si no...). Mi último cuelgue es éste (recordando el duo con Quique González en el Antzoki, subidón)
15 noviembre 2014
San Cosme
Alguien a quien perseguir / Someone to folllow #ciclismo #cicloturismo #bici #bicicleta
Una foto publicada por Gonzalo de las Heras (@gdelasheras) el
Nunca me acuerdo de lo mucho que disfruto hasta que no estoy otra vez en la carretera...
14 noviembre 2014
Atemporal Twiggy
El miércoles al mediodía aproveché la hora de comer para darme una vuelta por el centro y hacer algunas fotos para #saycheeseproject. Como es tiempo de Zinebi (el festival de cortos y documentales de Bilbao), de todas las farolas de Gran Vía colgaba el cartel anunciador de esta edición, la 56. No me resistí.
Es obra de Oscar Mariné, uno de los diseñadores gráficos que más me gustan. Podría reconocer su estilo a leguas. Sus trabajos para Zinebi me vuelven loca, literalmente. Durante mucho tiempo busqué el de Raquel Welch de 2001 sin éxito. Si pudiera tendría una copia de todos (bueno, quizá el de 2008 no...).
Pero no son los únicos trabajos memorables de este artista. Es autor de algunos míticos para el cine, como el de la inolvidable película de 'El día de la bestia', o el de 'Todo sobre mi madre'. Su estilo luego ha sido copiado por muchos, de hecho. También ha trabajado para prensa. Sus portadas para El País son también para enmarcar. E hizo su propio anuncio de Absolut (¿he dicho ya que coleccionaba los anuncios de este vodka desde antes de ir a la universidad y todo, y que tengo por ahí unos cuantos dignos de ser mostrados? A ver si lo que de verdad me va a gustar va a ser esto del diseño y lo descubro ahora...).
En este de Twiggy solo puedo decir que se sale. No es nada nuevo ni rompedor, pero por eso me gusta. Por eso y por las letras sin remates y la combinación blanco-negro-gris-rojo. Si tuviera paredes, lo pondría en el salón, junto a los 'Gatos en la noche' de Rafael Zabaleta.
13 noviembre 2014
17 años en 20 canciones #quiquegonzalez
El tipo sin nombre artístico vuelve a Bilbao. Será el sábado, en el Kafe Antzokia a las 22.00 horas. Lo hace con Lapido, un veterano de la escena musical con inquietudes, un tipo de esos que llaman renacentistas. Como todos los años, el tipo sin nombre comercial es fiel a su cita con esta ciudad, donde siempre llena, ya sea una sala de conciertos, un bar o un teatro. En abril del año pasado trajo su nuevo disco recién sacado del horno. En esta ocasión el show será como ese bombón que no sabes que esconde dentro hasta que le pegas el primer mordisco.
El tipo sin nombre no es otro que Quique González, un chaval madrileño afincado en los valles pasiegos, que, como dirían por ahí, no tiene ni media hostia, que cierra los ojos cuando canta y al que le cuesta sacar la voz en las entrevistas. Traerá su barba, ahora que está tan de moda, pero que él luce desde hace años, y su guitarra. Saldrá al escenario rodeado de su nueva banda, una de esas que siempre sabe elegir tan bien y que, en parte, son la clave de su éxito en directo. Y soltará los perros.
Este futbolista frustado por una lesión al los 13 acumula ya muchos kilómetros en la carretera. Ha sabido labrarse su carrera con gubia y cincel a lo largo de los años. Empezó aprendiendo a tocar la guitarra a la vuelta de su periplo laboral por Mallorca y Londres. En el primer destino llegó a ser animador turístico. En el segundo, servía 'burgers' en un McDonald's. Luego le abrieron las puertas en las pequeñas salas de Madrid. Fueron su escaparate y su trampolín.
En 1997 grabó sus dos primeras canciones para un disco colaborativo. Son dos reliquias en las que ya se ve claramente cómo suena Quique González. En 'Romeo y Julieta' se revela más como un cantautor de aquella época, al estilo del Javier Álvarez primigenio. Escuchándola hoy, se nota que el tiempo no le hace ningún favor. Es hija de su época. Con 'Ardiendo un clavo' la armónica le delata...
Un año después, consigue que una de sus canciones suene en la voz de Enrique Urquijo, una figura indispensable de la movida, y su grupo de entonces, Los Problemas. Es una de las composiciones más bonitas y tristes que tiene, de las que encogen ese cordón que llevamos dentro, desde el pecho a la pelvis, y que nos hace pequeños de un solo tirón. 'Aunque tú no lo sepas'. Es la playa de Gerra vacía en un lunes gris de invierno a las cuatro de la tarde. Un guiño a uno de esos poetas que se inspiran en lo cotidiano y lo elevan a lo increíble, Luis García Montero.
1998 es también el año de su primer disco, de la mano de uno de sus fieles, Carlos Raya. Se trata de 'Personal'. En él hace una declaración de intenciones a la que todavía hoy se mantiene fiel pese a la evidente evolución que se ha trabajado. Guitarra y letras costumbristas, de momentos puntuales y de sentimientos concretos. 'Y los conserjes de noche' es una de mis preferidas de todo su repertorio, me transporta inmediatamente a una calle vacía a las cuatro de la mañana de finales de mayo.
Aunque de este disco la que más llama la atención es 'El contestador', la pieza más rockera. Tiene una fuerza tremenda.
El disco tiene muy poca repercusión comercial y la discográfica no le renueva el contrato. Pero el músico sigue tocando en locales y escribiendo canciones que graba con Raya. Durante este tiempo, aprende a bailar sobre el cable sin red con la única ayuda que tienen los autodidactas, la perseverancia. En 2001 publica con su primera compañía 'Salitre 48', que incluye 16 cortes grabados de forma artesanal, acústica, y apenas retocados.
Yo le conocí con '39 grados'. Entonces escuchaba la radio en mi walkman (esto me hace muy vieja, lo sé) en el autobús que me subía a la uni cual sardina en lata a las ocho de la mañana. No tengo ni idea de qué locutor se sacó de la manga la canción, pero a mí me hizo un gran favor. Por supuesto, no me compré el disco, mi bolsillo de estudiante exiliada no estaba para esos lujos.
En este disco el tipo con nombre de don nadie empieza a dejar fluir su lado más intimista, muy pegado por entonces a Tarifa y al Mediterráneo. Aunque no renuncia al guitarreo. 'Tarde de perros' es una joyita (y otra vez suena la armónica, por cierto).
Aprovechando el tirón, en 2002 publica un álbum de sonido más elaborado y que marca la madurez de su carrera. Hay más banda detrás, se escucha menos la guitarra pero el piano se convierte en protagonista, acompañado de los instrumentos de viento. La canción que da nombre al disco, 'Pájaros mojados', es el mejor ejemplo.
Muchas de las canciones de este trabajo siguen formando parte del repertorio en directo de Quique González doce años después, señal de que se quedó satisfecho con ellas. Por cierto, aquí empezó su colaboración con Basilio Martí, uno de sus habituales, como antes lo fue del gran Antonio Vega. Yo me quedaré con su voz, su piano y los violines de 'En el backstage'. Brutal. Aunque si se escarba bien se encontrarán algunas rarezas como 'Caminos estrechos'.
Que Quique González es un tipo algo felino lo demuestran sus relaciones con las discográficas, llenas de altibajos. En el fondo es un músico con las cosas muy claras y al que no le convencen demasiado las artes comerciales de las grandes compañías. Por eso, pide la carta de libertad y su tercer disco lo saca con su propio sello, Varsovia Records. Hemos llegado a 'Kamikazes enamorados', un disco que recoge la esencia del anterior, pero prescinde de los ornamentos. Y para muestra, un botón. 'Te lo dije'.
Guitarra, guitarra y más guitarra. La voz casi sin pulir. Coros dulces en los estribillos. Destacan las letras, cada vez más refinadas y estudiadas, más cercanas a los poemas de Montero y de Cernuda. Y ese sonido tan... country (incluso sin necesidad de armónica, algo está pasando).
'La noche americana' sale en 2005, una vez que el tipo con nombre de cualquiera se muda a su casa de Villacarriedo, en la Cantabria profunda, y se echa un perro, Samuel. Es un trabajo redondo, de sonido melodioso y estudiado, sin miedo a los ornamentos, de letras afinadas y descarnadas.
Incluso las canciones más dulces tienen ese poso áspero que deja el café hecho en puchero. Parece que González ha alcanzado la velocidad crucero. Es el tiempo de las colaboraciones, una vez que se ha ganado el respeto de los colegas. Jorge Drexler es uno de ellos, pero también está Pancho Varona, por ejemplo, en 'Se equivocaban contigo'. También es el tiempo de los conciertos. En sus directos no cabe un alma.
Después de este trabajo, abandona el proyecto Varsovia Records, con el que se da cuenta de que tiene que ejercer labores ajenas a las propias del músico y ficha por Dro. Con casi diez años de carrera es el momento de un recopilatorio, pero no uno cualquiera. Un directo recopilatorio de lo mejorcito. 'Ajuste de cuentas' es el título, muy acertado, por cierto. Se trata de un concierto acústico grabado en Madrid el 2 de febrero de 2006.
Hay muchos caramelos en el 'tracklist', pero como solo voy a elegir dos, empezaremos por 'Vidas cruzadas', una canción de 'La noche americana' que canta a dúo con Iván Ferreiro. Tanto sentimiento pone el pelo de punta (o quizá es que a mí me gusta el 'expirata' demasiado, vaya usted a saber).
Ahora es cuando podría poner 'Miss camiseta mojada', otra de las canciones que más me gustan (bueno, de este disco en concreto me cuesta seleccionar porque las 18 me parecen imprescindibles), pero voy a destacar una bastante menos conocida. ¿Por qué? El ritmo es brutal, pero es que la letra lo acompaña a la perfección. Además, el juego de palabras en el estribillo es tan sencillo como efectivo.
En 2007 sale el primer disco que me compré físicamente del cantante. Hasta este momento, tiraba de iTunes, fundamentalmente. Sin embargo, con 'Avería y redención #7' decidí que era el momento de volver a acumular trastos. No me arrepentí. Por el diseño, por el cedé y por el deuvedé (lo he visto más de una vez, cosa por la que no apostaba en su momento). Por cierto, este último se llamaba como la canción que viene a continuación.
Si hablamos de sonido, es una vuelta a los orígenes rockeros, pero más elaborado y con mucho aire americano. Es el caso de 'Hay partida'. Aunque siguen abundando esas otras canciones más intimistas que bien podrían convertirse en el guión de algún corto, con esas letras tan descriptivas y que empastan a la perfección con la música.
Y llega 2009 y el tipo con nombre de doble se marcha a Nashville, donde grabará un nuevo disco con otra discográfica de las grandes. Su paso por la cuna del country era inevitable. Estaba en el ADN de su sonido. En Tennessee consigue colaborar con grandes músicos americanos. Entre ellos, Al Perkins. Le marca profundamente. Y 'Daiquiri Blues' es buena muestra de ello.
Es un álbum melancólico. Como si hubiera vuelto a mirarse por dentro y en ese viaje hubiera atravesado túneles oscuros. El sonido es cuanto menos brillante. El viaje le ha hecho crecer más si cabe, pero lo sorprendente es que hay cortes que son auténticos relatos cortos con banda sonora de fondo. Mi preferido, 'Un arma precisa' (ese guiño al boxeador Kid Chocolate...). Aunque los mejores ejemplos de esto que digo sean 'Su día libre' o 'Algo me aleja de ti'.
La gira de este nuevo trabajo cruza al otro lado del Atlántico y eso alarga el tiempo de espera para su siguiente y, de momento, último álbum: 'Delantera mítica'. También lo ha grabado en Nashville, con el productor Brad Jones y algunos músicos de la banda actual de la gran Emmylou Harris. No puede salir nada malo de algo así... El éxito nada más lanzarse lo demuestra.
Confieso que me cuesta elegir solo dos canciones. Lo he escuchado mil y una veces. En casa, en el metro, en el coche... Y cada nueva canción que suena digo que es mi preferida. Sin embargo, como solo quiero poner dos voy a hacer un esfuerzo. La primera, porque es guitarrera a más no poder y cuando el tipo sin nombre artístico se pone así es perfecto. Mucho oficio es lo que hay detrás de '¿Donde está el dinero?', una pregunta que, por cierto, podríamos hacer a unos cuantos ahora mismo...
Y la otra canción que definen este álbum es 'Dallas-Memphis'. Juro que algún día haré un corto con esta canción... El día en que encuentra y engañe a unos buenos colegas con más inquietudes que obligaciones.
Pdta.: 'Tenía que decírtelo', por aclamación popular (si es que me la sé de pe a pa, cosa rara en mí, que cambio las letras con una facilidad...)
12 noviembre 2014
#saycheeseproject
Hace unos días he empezado con un nuevo proyecto personal. Porque sí. Básicamente porque me gusta complicarme los días. Como los artistas barrocos, le tengo miedo la horror vacui y me lleno las horas con cosas para hacer. Cada uno tiene sus drogas para llevar esta vida. Es lo que hay. También es mi vía de escape. No sé si me gusta lo que hago a diario o no.
Hay noches que llego a casa y pienso que no me equivoqué al elegir mi camino laboral. Otros, solo me gustaría meterme bajo las sábanas hasta encontrar el valor de mandarlo todo a paseo y dedicarme a... ¿A qué? Esa es la pregunta que me ronda y a la que no encuentro respuesta.
Sé, por ejemplo, que necesito huir de la rutina como si fuera la peste. Me matan los días iguales. También que necesito poder dar rienda suelta a la mucha o poca creatividad que tengo. Solo un poquito y mis pies no pisan el suelo. Es imprescindible que cada día aprenda algo nuevo. No necesitan ser tratados de biología, basta con pequeñas cosas. Y lucharía por estar rodeada de gente que me aporte, no que me reste. Que me acaricie el cerebro.
Sin embargo, no podría decir dónde puedo hallar eso que busco. Porque son ideas puras y, a menudo, nada de eso se encuentra en ese estado cuando sales de ti mismo. Porque tampoco tengo claro si quiero norte o sur, si necesito moverme mucho o tengo la puerta a la que llamar al otro lado del pasillo. Y porque, en el fondo, quiero poder llenar la nevera todos los meses.
Así que mientras se me pasa o encuentro lo que busco, lleno las horas con las cosas que me hacen disfrutar. #saycheeseproject es una de ellas. Es un proyecto fotográfico cuya única regla es sacar una foto al día. Es un poco ambicioso, porque no todos los días, y menos cuando los días son tan cortos, se puede. De hecho, yo ya me he encontrado con ese problema. Ahora, lejos de frustrarme he dejado pasar la jornada y al día siguiente he vuelto a la carga.
No voy a batirme con molinos de viento ni a forzar imágenes sin sentido, solo por hacer 'check' en la lista de cosas por hacer. #saycheeseproject sale de las ganas, no de la obligación. Tampoco se trata de grandes imágenes. No voy a irme al barrio más marginal de la ciudad para retratar cómo un yonqui de los ochenta se emborracha con vino Don Simón en una esquina mientras maldice su suerte. Son imágenes de las que te encuentras a diario, que te pasan desapercibidas por comunes, pero que también tiene encanto. Ver el lado bonito de estas estampas demuestra que la poesía vive hasta en el cajón de los cubiertos.
De momento cuelgo las fotos en mi cuenta de flickr. Hay un álbum exclusivo para ello. También hago mención en Instagram y en Twitter. Y puede que alguna aparezca por aquí porque tenga historia. Quién sabe. No sé a dónde me llevara este proyecto, pero de momento ya me siento desnuda el día que no cojo la Pen (sí, suelo hacer las fotos con una Olympus Pen E-PL1 para quitarle el polvo y porque pesa bastante menos que mi veterana Canon EOS 400 D, aunque los días con tiempo no descarto cargármela al cuello con mi adorado 50).
Así que si ves a una loca haciendo fotos por la calle cargada con el bolso y hasta los tupper de vez en cuando, no temas. Solo soy yo. Acércate si quieres. Siempre hay algo de calderilla en el bolsillo para tomarse un café. O lo que se tercie.
No voy a batirme con molinos de viento ni a forzar imágenes sin sentido, solo por hacer 'check' en la lista de cosas por hacer. #saycheeseproject sale de las ganas, no de la obligación. Tampoco se trata de grandes imágenes. No voy a irme al barrio más marginal de la ciudad para retratar cómo un yonqui de los ochenta se emborracha con vino Don Simón en una esquina mientras maldice su suerte. Son imágenes de las que te encuentras a diario, que te pasan desapercibidas por comunes, pero que también tiene encanto. Ver el lado bonito de estas estampas demuestra que la poesía vive hasta en el cajón de los cubiertos.
De momento cuelgo las fotos en mi cuenta de flickr. Hay un álbum exclusivo para ello. También hago mención en Instagram y en Twitter. Y puede que alguna aparezca por aquí porque tenga historia. Quién sabe. No sé a dónde me llevara este proyecto, pero de momento ya me siento desnuda el día que no cojo la Pen (sí, suelo hacer las fotos con una Olympus Pen E-PL1 para quitarle el polvo y porque pesa bastante menos que mi veterana Canon EOS 400 D, aunque los días con tiempo no descarto cargármela al cuello con mi adorado 50).
Así que si ves a una loca haciendo fotos por la calle cargada con el bolso y hasta los tupper de vez en cuando, no temas. Solo soy yo. Acércate si quieres. Siempre hay algo de calderilla en el bolsillo para tomarse un café. O lo que se tercie.
01 noviembre 2014
Golosina musical: 'Love someone', Jason Mraz
Octubre ha sido el mes de la música. Me ha dado por escucharla a todas horas. Por bucear en Spotify a través del móvil hasta quedarme sin datos. Por comprar un par de cedés nuevos para el coche. Y por hacerme con entradas para dos conciertos de noviembre, aprovechando que ya sabía que no me iba a tocar trabajar esos sábados.
Y de todo lo que he escuchado ha salido una lista de reproducción. Smoothing. Porque sí, me ha dado por escuchar suavecito y hasta 'babosín' (con perdón y sin él, porque a mí me encanta). De todas las canciones con las que he dado una y otra vez al play voy a destacar una: 'Love someone', de Jason Mraz. Si ya me gustó 'Lucky', esta me ha vuelto loca. A la letra le sobra azúcar, sí, pero... cuando estás a dieta necesitas sacar los excesos por algún lado, ¿no?
Love is funny thing
whenever I give it
it comes back to me
and it’s wonderful to be giving with my whole heart
as my heart receives your love
Oh, ain’t it nice this life we got each other?
I am right beside you
more than just a partner or a lover,
I’m your friend
When you love someone
your heartbeat beats so loud.
When you love someone
your feet can’t feel the ground,
shining stars all seem to congregate around your face.
When you love someone
it comes back to you
and love is a funny thing.
It’s making my blood flow of energy
and it’s like an awakened dream.
Oh what I’ve been wishing for is happening
and it’s right on time
Oh ain’t it nice tonight we got each other?
I am right beside you
more than just a partner or a lover
I’m your friend
When you love someone
your heartbeat beats so loud.
When you love someone
your feet can’t feel the ground shining stars all seem to congregate around your face.
When you love someone.
When you love someone
We’re gonna give ourselves to love tonight
lifting up to touch the starlight
and we will savor every second we
spend together you and I will...
When you love someone
your heartbeat beats so loud.
When you love someone
your feet can’t feel the ground
shining stars all seem to congregate
around your face when you love someone.
When you love someone
it comes back to you.