21 enero 2010

Lagartijas

"Además me voy a chivar a mis padres". Un niño de pelo castaño se burla de otro. Es el patio del colegio. La mirada de los profesores queda lejos. En el bolsillo tiene los rabos de unas cuantas lagartijas agarrados por una goma. En sus manos, una nueva presa espera para ser amputada. "Alcánzame una piedra", pide.

Le secciona el apéndice con un golpe seco y éste rueda y se mueve uno segundos por el suelo. El cuerpo del animal sigue preso en la mano regordeta y morena, de uñas sucias y mordidas. Se lo acerca a la cara del otro. Y luego mete la cabeza de la lagartija en su oreja. Grita. El animal cae al suelo y ya libre, huye despavorido de la barbarie infantil en busca de una rendija por la que colarse… sin cola.

"Además, me voy a chivar a mis padres". Dos niños en el parque se pelean por un muñeco. Le falta un brazo. Lo perdió en el fragor de la confusión infantil. Miguel mira la escena divertido. Espera a que su hija salga del colegio. Llega, le da un beso y van al coche. Saca las llaves del bolsillo. Abre la puerta y se marchan. En el suelo queda un manojo de rabos de lagartijas atados por una goma.

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