Hoy voy a hablar de Carpio. Para los que no lo conocen, es un pasiego de los de antes que vive en lo alto de La Braguía. Su nombre completo es Policarpo Sainz. Su historia saltó a los medios allá por mayo: un juez había decretado el embargo de su cabaña de vacas para saldar el arreglo de un coche que atropelló a una de sus reses en la madrugada del 25 de julio del año pasado. Realmente, Carpio debía pagar 3.365 euros, pero no los tenía. Cobra una pensión de 300 euros que complementa con lo que saca del ganado. Y no posee ahorro alguno: ni en el banco, ni en casa, como es propio de los antiguos pasiegos.
(Foto de Daniel Pedriza, El Diario Montañés)
Hoy, las donaciones anónimas han hecho posible el final feliz: ya se ha recaudado el dinero necesario para arreglar el turismo y Policarpo podrá seguir con su modo de vida como hasta ahora. Él poco conoce de la historia de la hucha. Hace tiempo que no baja a Selaya, donde está instalada en un bar. Prefiere arreglárselas en su cabaña de La Braguía, en la que no tiene ni luz ni agua corriente, mucho menos teléfono o gas. Allí es feliz. Pese
a esa espada de Damocles que pesaba sobre él hasta hoy y de la que ya parece haber sido liberado.
1 comentario:
Hace nada que pasé por allí. El paisaje es como un calendario de CajaCantabria.
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