02 junio 2011

Rumbo a Noruega II

Segundo día de viaje y segunda vez que clavamos 800 kilómetros a nuestras espaldas. El destino de hoy era un hotel en Ostbebern, un pueblo cerca de Munich, pura Alemania. La diana tocaba a las ocho, pero media hora antes ya estábamos en marcha. No hubo tiempo para conocer Orléans. Cogimos rápidamente la autopista y pusimos rumbo a Bélgica. Velocidad crucero y apenas un par de paradas para repostar y descansar antes de comer fue todo lo que hicimos. Aunque también hay fotos en marcha que aún no he descargado de la cámara.

Sabíamos que antes de salir de Francia teníamos un punto crítico: había que pasar París, aunque fuera por las radiales. Y si en una ciudad pequeña hay atascos, en esta gran urbe ni quería pensarlo. Hasta que nos plantamos a las afueras... Misteriosamente no teníamos problemas de fluidez... al menos en nuestro sentido, porque los que salían de la ciudad de la luz hacia el Sur no pueden decir lo mismo. Con paciencia y el Tom-Tom fuimos tomando las carreteras adecuadas para rodear la ciudad. Es curioso cómo se ve desde fuera. Uno piensa que París es precioso y que sería estupendo vivir allí. Pero claro, eso depende de si tienes que alojarte en el centro o hacer tres millones de transbordos porque vives en las afueras.

Por carretera, parece que no se termina nunca. Ni la ciudad ni los atascos. Porque todo el mundo quiere salir de allí, aunque sólo sea jueves. Hacia el norte también se forman 'bouchons'... Pero en este caso son más lejanos: a cinco kilómetros en dirección Lille. Y se acaban una vez que se pasa el desvío para el Parque Asterix... Esta es la gran diferencia entre los que se marchan de París y los que se refugian fuera de ella al menos unas horas.

De ahí hasta la frontera con Bélgica no hay mucho que contar... Es más de ver. El paisaje deja de ser una inmensa llanura salpicada de molinos de viento (qué bien les aprovechan, oye, porque de eso tienen a mansalva) para convertirse en suaves ondulaciones con sembrados extensos y pueblo con torre de iglesia picuda al fondo. Vamos, una estampa muy de envase de mantequilla. Dejamos atrás los castillo del Loira y los cambiamos por trigo, cebada, remolacha...

Una vez se cruza la frontera, que está en una curva de izquierdas, llega Bélgica y sus autopistas sin peajes, con guardarraíles oxidados, pero firme firme. No suele haber grandes problemas de tráfico, aunque nosotros sí nos hemos encontrado varios tramos en obras. Lo que sí abundan son los árboles a los lados de la carretera. Y se agradecen porque como en el norte de Francia, hay viento para dar y tomar. Al principio no te importa, pero tres horas después empieza a ser incómodo, y a las seis ya te duele el cuello de la resistencia.

Pasamos por Charleroi (para mí era un equipo de baloncesto hasta hoy, a partir de este mediodía es la gasolinera más loca del mundo, con perros en motos, mercedes imposibles, deportivos carisísimos y camioneros a tutiplén) y luego por Lieja. Pero apenas ves nada porque vas encajonado en la vía entre árboles y barreras para evitar el ruido. Y casi sin darte cuenta y sin hacer ruido, giras a la derecha y llegas a Alemania, donde también hay cero peajes, al menos en nuestra ruta.

El viento ha seguido, pero al menos hemos podido compensarlo con las autopistas sin límite de velocidad. Es increíble, pero la gente circula el doble de mejor por ellas cuando no hay límite que cuando sí lo hay. Nosotros hemos intentado no ser una 'chicane' móvil y también hemos probado a ir a más de 130, la velocidad recomendada. Es flipante lo alemana que es nuestra moto: ni se movía la tía. Y creedme si os digo que nos han adelantado muchas veces pese a todo. Ahora bien, una cosa es que vayan rápido y otra que no respeten las señales. Como de pronto hay un disco de prohibido ir a más de ochenta... Ni Dios se atreve a contradecir la norma. Los alemanes son así.

Y si, también tienen carreteras urbanas de un sólo carril por sentido, como la que nos ha traído hacia el desvío del hotel. Bonita, con sus curvas (para descuadara el neumático no, pero para practicar un poco, al menos), sus señales, sus pasos de cebra, sus granjas a los lados... Vamos, todo muy bucólico y pastoril. El sitio donde dormimos hoy es un establecimiento de olé. Cuando lo reservamos pintaba bien, pero una vez en él... Chapeau! Es un señor hotel. Al parecer, antes era una fábrica que han transformado en un lobby, un restaurante (de exquisito gusto en la decoración), un bar con una terracita más que agradable y cuatro edificios de habitaciones decoradas con varias temáticas. La nuestra es la Motorrad... No os digo más. Por cierto, se cena de lujo. Y los vinos alemanes son... curiosos y dan sueño. Buenas noches

Hotel Ostbebern
El hotel era antes una antigua fábrica y ha respetado sus edificios
Nota mental:  Llevo todo el dia tarareando una canción que ni es de mis preferidas, pero ahí va: Fotografía, de Juanes y Nelly Furtado

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